sábado, 31 de diciembre de 2011

Televisión: ¿Entretenimiento o información?

¿Qué papel juega la televisión como medio de comunicación?, ¿cuál lleva a cabo en la actualidad en nuestro país? A estas preguntas se puede responder desde distintas perspectivas. Tomaremos como ejemplos dos puntos de vista diferentes. Por un lado, la visión de José Javier Esparza, periodista y crítico de televisión y por otro, la opinión del fallecido Joan Ramón Mainat, periodista y productor televisivo.
Según José Javier Esparza, la televisión es en gran medida un medio de entretenimiento y una fábrica de realidad: “(…) El espectador sigue acercándose a la televisión como quien acude a una fuente de realidad. Esto no quiere decir, evidentemente, que el espectador se crea a pies juntillas todo lo que ve en la tele, que confunda la realidad con la ficción. Lo que quiere decir es que la fuerza de la televisión es tan intensa, la capacidad de impregnación psicológica de la imagen televisada es tan feroz, que sus historias, sus personajes, los comportamientos que reproduce o las modas que transporta, terminan siendo emulados por la sociedad entera y, así, convirtiéndose en realidad viva.
En muy buena medida, la televisión se ha convertido en una productora de cultura, de criterios éticos y estéticos, de formas concretas de vivir y también de prejuicios sobre lo bueno y lo malo. Y esto, por cierto, se ejecuta de manera más eficaz a través de los programas de entretenimiento, que imponen modas e ideas sin coacción aparente, que a través de los informativos, cuyos contenidos, precisamente por permanecer en el ámbito del periodismo clásico, siempre están expuestos a que el espectador active la barrera crítica.
Este carácter "creador de realidad" de la televisión es importante, y volvemos al eje de nuestro tema, por la posición en la que queda el espectador. Lo que el espectador se encuentra, mucho más allá de los telediarios, es un expendedor de espectáculo que es percibido como espejo de la vida y que continuamente le está proponiendo mensajes, ideas, imágenes, impulsos, emociones (…)”
Desde el punto de vista de Joan Ramón Mainat: “(…) Ya pasé mi etapa “honrada”. Escribí mis artículos y mis libros. Cultivé géneros catalogados como dignos. Es más: yo también critiqué con rigor esta televisión que “atonta a las masas”. Ahora no solo me encuentro cómodo en este infierno al que nos vemos sometidos los que hemos caído en este pecado mediático, sino que me atrevo a hacer proselitismo.
Invito a pecar. Ofrezco la manzana de la tentación, sobretodo a aquellos profesionales o estudiantes más sensibilizados. La llamada televisión de entretenimiento existe y es mayoritaria. No solo eso: seguirá existiendo y seguirá siendo mayoritaria durante algunas décadas. Hay que decidir si entregamos la responsabilidad de este género en exclusiva a los dignos profesionales del circo y las variedades, o animamos a algunos profesionales de la comunicación a entrar con entusiasmo en este terreno (…)”. Por otro lado, el periodista reflexiona sobre algunos tópicos de la televisión de entretenimiento: “(…) 
Primer tópico: los documentales son buenos y los programas de entretenimiento son malos.
O no. Los documentales también pueden ser no sólo malos, sino malísimos. Y los programas de entretenimiento pueden ser no sólo buenos, sino excelentes. En todo caso, lo que determina la posible calidad de un programa no es el género al que pertenece, sino la suma de todos los posibles elementos por los que una obra televisiva puede ser valorada: dirección, realización, producción, presentación, interpretación, guión, fotografía, iluminación, sonido, grafismo, ritmo interno, tono, looks, originalidad, capacidad de creación de sentimientos, interés, idoneidad en la elección y tratamiento de los temas, y un larguísimo etcétera que es la suma de los trabajos de un equipo completo de televisión.
A pesar de esta evidencia, no he leído ni oído una mala crítica o un comentario desfavorable a un documental en los últimos años, y en cambio cada día leemos y oímos lo pésimos que son los programas de entretenimiento. Las opiniones son libres, tan libres como las decisiones de los profesionales y programadores, pero reconociendo, eso sí, que lo difícil es analizar una obra televisiva en su conjunto y lo fácil es criticar lo superficial.
Segundo tópico: no hay que darle a la gente lo que les gusta
O sí. A la pregunta clasista de “¿Hay que dar a la gente lo que les gusta?”, muchos responden que no. Lo dicen desde la voluntad de dirigismo de una elite que debe orientar a los ciudadanos, incapaces de saber lo que les gusta y lo que no, lo que les conviene y lo que no. La respuesta a esta pregunta puede tener muchos matices, pero no partamos de la premisa que la voluntad de la mayoría es intrínsecamente mala.
O al menos no apliquemos a la televisión criterios distintos a la política. ¿Tienen qué gobernar los políticos que los ciudadanos eligen? ¿Tienen que emitirse los programas que los espectadores desean? Para ambas preguntas hay sendas respuestas, una en sentido tolerante y democrático, otra en sentido restrictivo y dictatorial.
Tercer tópico: la televisión es la culpable de todo lo que pasa en la sociedad.
O no. Lo hemos oído muchas veces. Unos adolescentes nazis y perturbados ponen una bomba en su escuela: la culpa es de la televisión. ¡Hay que ver la violencia que hay en algunas series! Se lee poco en España: la culpa es de la televisión. No se fomenta la lectura y, además, no se da tiempo al espectador para que pueda leer. Unos energúmenos maltratan a sus mujeres: la culpa es de la televisión. Eso pasa por culpa de los reality shows. Un determinado partido pierde votantes: la culpa es de la televisión. No han salido los minutos suficientes en el Telediario. Los hijos llegan tarde a casa y no obedecen las órdenes de sus padres: la culpa es de la televisión. Siempre potenciando la juerga y el cachondeo. Y así un largo etcétera.
Antes de la invención del automóvil no había accidentes de coches. Aun así, nadie cuestiona el invento. Pues bien: antes de que la televisión fuera inventada, sí había nazis, perturbados, analfabetos, energúmenos, políticos fracasados e hijos desobedientes. Y, probablemente en mayor número. Yo desconfío un poco de los que ven mimetismos entre lo que se ve en televisión y los comportamientos cotidianos de la gente, porque teniendo en cuenta que en su infancia seguramente vieron películas de indios y cowboys, igual me cortan la cabellera (…)”.
Lo que está claro, es que no hay más que encender la televisión para darnos cuenta de que esta está orientada al entretenimiento del público, a que este se evada de sus problemas y preocupaciones. Así mismo, recae en el telespectador el uso que quiera hacer de este medio. Como ejemplo de la orientación de la televisión hacia el entretenimiento encontramos el cierre de CNN+ y su sustitución, en su momento, por Gran Hermano 24 horas o si observamos la evolución de los informativos en España: cada vez más anécdotas, más sucesos truculentos y más tiempo para los deportes y la promoción más o menos camuflada. En definitiva, contenidos más ligeros que buscan entretener y dan menos peso para el análisis y la ayuda a entender realidades complejas.

sábado, 17 de diciembre de 2011

MensajeNavideño.

Al llegar las navidades Presidentes, Primeros Ministros, Reyes, Papas y Jefes de Estado de diferentes países ofrecen a la población su institucional “Mensaje Navideño”.
Existen varios orígenes para el primer discurso navideño por parte de un mandatario. Algunas fuentes indican que el primer mensaje fue el que ofreció el rey Jorge V de Reino Unido, a través de las ondas de BBC Imperial Service en las navidades de 1932 en la que se dirigía a “hombres y mujeres que están tan aislados por la nieve y por los desiertos, que sólo los pueden alcanzar las voces por el aire”.
Pero no fue hasta el año 1957 cuando el Royal Christmas Message (conocido como The Queen’s Speech) llegó a la televisión. La reina Isabel II se dirigió en directo, y por primera vez, a los ingleses a través del canal BBC que a partir del siguiente año, fue grabado con anterioridad. Este discurso fue siempre ofrecido por la BBC hasta el año 1996, cuando la Casa Real Británica rompió el monopolio de la cadena pública y hizo que se ofrezca alternativamente cada dos años la ITN y la BBC.

Otros, otorgan a Franklin Delano Roosevelt en el año 1933, por entonces Presidente de los Estados Unidos de América, el papel del primer mandatario en dar el primer discurso navideño a través de la radio. 
Pero el primer mensaje navideño emitido a través de la televisión fue en 1939, en plena Segunda Guerra Mundial, también a cargo del Presidente Roosevelt. Este mensaje no fue más que un simple instrumento de propaganda institucional que logró ser muy efectiva, logrando que en poco tiempo otros mandatarios de la época, como Churchill o Hitler, emplearan este método para llegar a la sociedad. 

Franklin Delano Roosevelt